Tuesday, November 27, 2007

Los ‘enemigos públicos’ de la infancia

EL MALCONTENTO.
Paco Gómez Nadal
paco@prensa.com

Lo de hoy es una confesión pública y un reclamo reiterado. La confesión comienza con el recuerdo de una conversación que tuve hace años con el cacique Víctor, un indígena uitoto sabio y anciano que me enseñó que el secreto de la vida parte de lograr que lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que finalmente hace sea lo mismo. Es un paso más allá de lo que para nosotros, los occidentales, es la coherencia (en nuestro caso, el escalón del pensamiento lo evitamos porque es camuflable).

Entonces, tratando de ser coherente yo no tengo hijos ni deseo tenerlos. Esto provoca toda serie de reacciones cuando lo cuento, que van del estupor de quien no concibe una vida plena sin descendencia hasta la sonrisilla sarcástica de quien sospecha que más pronto que tarde caeré o que detrás de mi firme decisión hay una impotencia infértil no confesa. Todo es posible, pero en mi caso se trata de una decisión meditada o, al menos, mucho más meditada que la de aquellos que tienen hijos porque toca, porque es el momento, o porque les da terror pensar en su vejez sin prole que los cuide.

Yo no quiero hijos por tres razones básicas. La primera es que no soy tan maduro ni responsable como para educar ni ser educado por estos seres complejos y bajitos. La segunda es que el mundo en el que vivimos me gusta tan poco que me parece una canallada triple dejárselo por herencia a quiénes no tuvieron nada que decir sobre su propia existencia. La tercera, es puro egoísmo, ya que mi vida es la que me gusta, el amor ya lo tengo invertido en una persona y no quiero dividir mis apuestas.

Todo este preámbulo es necesario antes de que establezca mi opinión sobre el tema de "la familia" y el nuevo código de la infancia que tanto artículo cargado de demencia está provocando.
Si se dan cuenta, los que escriben en contra de la nueva ley son los mismos que se echaban las manos a la cabeza con el temita de la educación sexual en las escuelas y colegios. Los que yo califiqué algún día como mojigatos, pero que hoy me atrevo a denominar como "enemigos públicos" de la infancia. De hecho, creo que los menores deben organizarse y crear asociaciones de autodefensa contra estos ayatolás de los valores.
Su punto, el de los integristas de la familia bajo la óptica opusina es que los niños y las niñas son una especie de idiotas a los que no hay que darles derechos porque quizá se los tomen. Ellos aseguran que los padres son los que tienen la pócima de la verdad y de la responsabilidad y que entender al menor de edad como un ser humano sujeto de derechos es como abrir la puerta al caos y la anarquía.

Yo, que como dije no tengo hijos y eso me confiere una gran autoridad moral, haría el recorrido a la inversa. ¿De qué ha servido hasta ahora la patria potestad dictatorial y llena de sapiencia de los padres y madres esmerados? De mucho, he de decirles. Por ejemplo, ha permitido mejorar la cuenta de ahorros de muchos psiquiatras, que no se dan abasto tratando traumas de infancia en los mismos adultos que ahora se niegan a un código de la infancia moderno. También ha permitido altos índices de violencia intrafamiliar surgida de la repetición de los patrones familiares, de los altísimos valores violentos que aprendieron victimarios y víctimas de sus respectivos padres y madres. En algunos casos, esa autoridad paternal y maternal genera nuevos alcohólicos y abusadores laborales que imitan a su papito a la perfección…
En fin, que el modelo de padres omnisapientes e hijos omniestúpidos ha sido el que ha construido la sociedad actual, llena de gente mala y perversa que, armada de fierro en pandilla o de chequera en multinacional, se dedica a destrozar otras vidas cuando deciden que ha llegado el momento de parir y generar más dolor en este planeta.

Propongo entonces un código del y la menor mucho más atrevido que el que se debate estos días. Podemos experimentar quitándole la patria potestad a los padres, obligando a los adultos a pasar de nuevo por las escuelas a ver si aprendemos algo de respeto por el prójimo. Cerremos la Asamblea Nacional de adultos y activemos con poderes reales la Asamblea infantil y juvenil. Hagamos heredar los puestos políticos y gerenciales a los hijos o hijas de los que actualmente los ocupan. Los papás y las mamás ya han demostrado su incapacidad para ser generosos con el otro, ya han dejado claro que quieren un universo plagado de injusticias y violencias visibles e invisibles. Que sean ahora los niños, las niñas y los adolescentes los que, con su carácter voluble y juguetón, nos demuestren que se pueden hacer las cosas de otra manera, quizá más temperamental, pero también más sincera.

¡Ah! Y se me olvidaba. Dejemos que sean los menores de edad los que nos den clases de sexualidad. Quizá su inocencia nos permita descubrir que el sexo no es la cosa retorcida y perversa a la que tienen pánico los mojigatos, sino que puede partir de una exploración del cuerpo propio y del ajeno tierna, naíf, casi mágica.

El autor es periodista

Sunday, November 25, 2007

Complicada

Estoy complicada, me siento complicada, me siento ATORMENTADA...
y me pregunta: ¿pero dime qué es lo que sientes?
y le respondo: ¡ANGUSTIA!

no sé qué hacer o para dónde agarrar,
lo único que permanece en el pecho es una sensación de ahogo
lo único que permanece en la mente es el velo de la RESIGNACIÓN...

¿y qué nos queda más que eso en este valle de lágrimas?
Hay tantas cosas que siento en este momento que no logro explicar más que diciendo "angustia"
quisiera tener más claridad, pero las líneas de mis manos están difusas

y me pregunto: ¿qué he hecho con mis manos? ¿qué es lo que quieren/necesitan ver mis ojos?
todos los domingos tengo esta misma sensación, y todos los lunes en la mañana lloro y a veces los martes y a veces los otros días.

Hoy la angustia es particularmente distinta, aunque sea parte de un complejo todo de nadas

Necesito necesito necesito necesito...
dejar de estar tan resignada y terminar.

Tuesday, November 13, 2007

Aquí se vende detóó

I PARTE
En mi cultura popular latino-húmedo-tropical-caribeña se confía en los juegos de azar y las supersticiones religiosas de todas las índoles.
El tema que me convoca, y este post será corto pero significativo, es la lotería clandestina. Por su nombre, creo que queda en evidencia para todos y todas (ya saben lo del lenguaje) que es un tipo de lotería ilegal.

La lotería en este país la maneja el Estado, éste lanza grandes campañas para dejar de promover y eliminar por completo senda práctica que permite la corrupción y los malos oficios en los juegos de azar. Así mismo como está prohibido fumar en espacios públicos y mucho más prohibido en instituciones públicas.

II PARTE
A tamaño del despacho, tamaño de las actividades que ahí se realizan, y no es una cuestión de clase, antes que se me tilde con algún “ismo”, es simple y procedo a explicar con ejemplo base en la tiendita.
La tiendita es el escritorio de alguna funcionaria o funcionario que se dedica a la venta de papitas, galletas, chucherías varias de esas que vienen en paquetes y a los niños, niñas y personal instutcional les encanta. Esto en el ministerio es ilegal.

Ahora bien como este es el reino de lo absurdo las tienditas abastencen al personal de la siguiente manera:
1- Dirección de Aseo y Mantenimiento: su tiendita distribuye emparedados y café antes de la siete (7) de la mañana. Como no tienen despacho, utilizan el espacio de la cafetería.

2- Dirección de reproducción de documentos: venden un par de galletas de sal y galletas dulces, como una gran parte del su personal son personas con discapacidad el inventario es pequeño, porque usualmente se los roban.

3- Dirección Nacional del Nance: abastece a TODO el ministerio de sabrosas papitas, salados populares y folkloricos como mafá, platanito, yuquita, palitroqui, etc. También ofrece una amplia gama de dulces traídos de Turquía, Grecia, países lejanos y cuyos nombres no se escriben con el alfabeto occidental. También ofrece chicle, caramelos y alguno que otro medicamento que no requiere prescripción médica.

4- Administración General del otro Ministerio : distribuye cigarrillos de diversas marcas, locales y extranjeras.

Como verán a incremento del rango jerárquico, mayor inventario y especificidad del producto. A mayor importancia del despacho, mayor clandestinidad de los productos, dicho esto, prosigo...

5- Despecho superior: Lotería Clandestina. (Remitirse a leer la primera parte de este texto).

Wednesday, November 07, 2007

Torturas Clásicas...

Fruits purs de tout outrage et
[vierges de gerçures.
Dont la chair lisse et ferme
[appelait les morsures!
Baudelaire

Salvo algunas interferencias barrocas -tales como la "Virgen de hierro", la muerte por agua o la jaula- la condesa adhería a un estilo de torturar monótonamente clásico que se podría resumir así:
Se escogían varias muchachas altas, bellas y resistentes -su edad oscilaba entre los 12 y los 18 años- y se las arrastraba a la sala de torturas en donde esperaba, vestida de blanco en su trono, la condesa. Una vez maniatadas, las sirvientas las flagelaban hasta que la piel del cuerpo se desgarraba y las muchachas se transformaban en llagas tumefactas; les aplicaban los atizadores enrojecidos al fuego; les cortaban los dedos con tijeras o cizallas; les punzaban las llagas; les practicaban incisiones con navajas (si la condesa se fatigaba de oír gritos les cosían la boca; si alguna joven se desvanecía demasiado pronto se la auxiliaba haciendo arder entre sus piernas papel embebido en aceite). La sangre manaba como un geiser y el vestido blanco de la dama nocturna se volvía rojo. Y tanto, que debía ir a su aposento y cambiarlo por otro (¿en qué pensaría durante esa breve interrupción?). También los muros y el techo se teñían de rojo.

No siempre la dama permanecía ociosa en tanto los demás se afanaban y trabajaban en torno a ella. A veces colaboraba, y entonces, con gran ímpetu, arrancaba la carne -en los lugares más sensibles- mediante pequeñas pinzas de plata, hundía agujas, cortaba la piel de entre los dedos, aplicaba a las plantas de los pies cucharas y planchas enrojecidas al fuego, fustigaba (en el curso de un viaje ordenó que mantuvieran de pie a una muchacha que acababa de morir y continuó fustigándola aunque estaba muerta); también hizo morir a varias con agua helada (un invento de su hechicera Darvulia consistía en sumergir a una muchacha en agua fría y dejarla en remojo toda la noche). En fin, cuando se enfermaba las hacía traer a su lecho y las mordía.

Durante sus crisis eróticas, escapaban de sus labios palabras procaces destinadas a las supliciadas. Imprecaciones soeces y gritos de loba eran sus formas expresivas mientras recorría, enardecida, el tenebroso recinto. Pero nada era más espantoso que su risa. (Resumo: el castillo medieval; la sala de torturas; las tiernas muchachas; las viejas y horrendas sirvientas; la hermosa alucinada riendo desde su maldito éxtasis provocado por el sufrimiento ajeno.)

... sus últimas palabras, antes de deslizarse en el desfallecimiento concluyente, eran: "Más, todavía más, más fuerte!"

No siempre el día era inocente, la noche culpable. Sucedía que jóvenes costureras aportaban, durante las horas diurnas, vestidos para la condesa, y esto era ocasión de numerosas escenas de crueldad. Infaliblemente, Dorkó hallaba defectos en la confección de las prendas y seleccionaba a dos o tres culpables (en ese momento los ojos lóbregos de la condesa se ponían a relucir). Los castigos a las costureritas -y a las jóvenes sirvientas en general- admitían variantes. Si la condesa estaba en uno de sus excepcionales días de bondad, Dorkó se limitaba a desnudar a las culpables que continuaban trabajando desnudas, bajo la mirada de la condesa, en los aposentos llenos de gatos negros. Las muchachas sobrellevaban con penoso asombro esta condena indolora pues nunca hubieran creído en su posibilidad real. Oscuramente, debían de sentirse terriblemente humilladas pues su desnudez las ingresaba en una suerte de tiempo animal realzado por la presencia "humana" de la condesa perfectamente vestida que las contemplaba. Esta escena me llevó a pensar en la Muerte -la de las viejas alegorías; la protagonista de la Danza de la Muerte. Desnudar es propio de la Muerte. También lo es la incesante contemplación de las criaturas por ella desposeídas. Pero hay más: el desfallecimiento sexual nos obliga a gestos y expresiones del morir (jadeos y estertores como de agonía; lamentos y quejidos arrancados por el paroxismo). Si el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzsébet Báthory necesitaba de la muerte visible, elemental, grosera, para poder, a su vez, morir de esa muerte figurada que viene a ser el orgasmo. Pero, ¿quién es la Muerte? Es la Dama que asola y agosta cómo y dónde quiere. Sí, y además es una definición posible de la condesa Báthory. Nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir. Por eso, tal vez, representaba y encarnaba a la Muerte. Porque, ¿cómo ha de morir la Muerte?

Volvemos a las costureritas y a las sirvientas. Si Erzsébet amanecía irascible, no se conformaba con cuadros vivos, sino que:
A la que había robado una moneda le pagaba con la misma moneda... enrojecida al fuego, que la niña debía apretar dentro de su mano.
A la que había conversado mucho en horas de trabajo, la misma condesa le cosía la boca o, contrariamente, le abría la boca y tiraba hasta que los labios se desgarraban.
También empleaba el atizador, con el que quemaba, al azar, mejillas, senos, lenguas...

Cuando los castigos eran ejecutados en el aposento de Erzsébet, se hacía necesario, por la noche, esparcir grandes cantidades de ceniza en derredor del lecho para que la noble dama atravesara sin dificultad las vastas charcas de sangre.
[...]


Autora: Alejandra Pizarnik
Fragmento de "La Condesa Sangrienta"