Ayer amaneció tranquilo el día sin mucho alboroto y el perro como siempre arañando la puerta de mi habitación. Todo llevaba el mismo ritmo de siempre sin mayores aspavientos y el transporte público entaponado. Como no me vi en la penosa y costosa necesidad de utilizar taxi (me desperte temprano), llegué de muy buen humor a mi oficina. Después de un excelente fin de semana que ni siquiera la fiebre del virus o la gastritis pudieron arruinar. Nada podía dañarlo, era una mañana perfecta.
Al llegar a la ventana del mundo que se me abre cada vez que levanto la tapa de mi laptop, recordé la linda foto de una niña triste que tenía guardada por ahi en alguna de las carpetas viejas. La niña triste, la niña que en su cara representa toda la melancolía y el dolor de un poeta borracho de agonía. La cara que resume todo el mal del siglo padecido por aquellos que amaron tanto que se les exploto el cuerpo y la mente. La niña que resulto la anunciación de la tristeza.
Poco después, el blog, la pregunta, la respuesta como siempre insatisfactoria, nuevamente la pregunta inciciva... la discusión, el llano, la ruptura, la agonía, el tiempo perdido...
el silencio.
Aparece como un mensaje de las artes ocultas la hermosa hija de Jerusalem que siempre me acompaña en las caravanas tormentosas del desierto infinito. Sin saber muy bien del día comenta airada que pensando en mí habia tomado una foto. Que quitara inmediatamente la anunciación de la tristeza y colocara en su lugar a la alegría.
Si una foto puedo hacer de mi día una desventura total en 4 horas, otra más fuerte podría resolverlo todo en minutos. Porque ahora entra la sonrisa blanca, la pureza y la inocencia de querer creer que la luz siempre vence a la oscuridad y que sonreir cuesta menos y es más cómodo que llorar....
Hoy he decidio compartir el mensaje de la anunciacón, regalarle a algún triste la sonrisa que a mis amigas las hizo pensar en mi.
Hoy mantendré la anunciación de la alegría
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