Calle 13 y Vicentico
FusionA2 By Coca Cola
Ghetto de los maniqueos, un mundo de viento y azucar...
Calle 13 y Vicentico
FusionA2 By Coca Cola
Hoy he estado más rapidita que de costumbre y como la tarde estuvo tan con tanta cosa, no pude resistirme a una maravillosa taza de café, jejejejeje hoy, sufriremos el insomnio.
Ha sido un día movido, con mucha cosa por hacer y eso es maravilloso. Mi trabajo es genial, casi no puedo creer que esté en un espacio como ese, finalmente haciendo cosas, viendo las cosas moverse; claro lo mejor es que se mueven hacia delante. La mente ocupada durante el tiempo de sol…
Pero la cosa se me complica cuando me aplasta la caída de la tarde, pues quedo anegada en un abrumador mar de necedades.
Hoy debo confesar que fue entretenido el tiempo de la divagación. Hoy con una palabra, navegué en vez de sucumbir. Fue divertido.
Gracias.
Tengo hermanas y amigas, pasiones, alegrías y desventuras. No se necesita dinero y nisiquiera buenas intenciones para recibir amor y crear vínculos; las cosas se van dando de tal manera que nos unen las tragedias y el sobrevivir a la catastrofe. Después celebramos con café, ron y platano. Esto que posteo pertenece a una hermana de lucha, de fe, de amor y desamor. Ella me comparte su texto y yo le regalo el espacio.
En un tiempo donde la palabra “verdad” da miedo
Pareciera que no se puede pronunciar; supone estar fuera de moda
“Las verdades no tienen sentido”
La humildad es un refajo innecesario para quien tiene el poder de la academia
Hablar de verdades, las propias, sentidas y vividas es un acto a-científico
Políticos y políticas partidaristas relativizan las verdades y la vacían de contenido
Fanáticos religiosos pretenden tenerla como capital que solo ellos pueden consumir
Activistas desconfían de las verdades
Temen hablar con verdad
Nos alejamos de ella cada vez que vendemos conciencias a mafiosos, “donantes del desarrollo”
Vivimos en la era del “consumismo de las palabras” donde las verdades sobran.
Deseo habitar éste instante
Sin mayor pretensión que la de disfrutar
Acercamientos a mis adentros para cuestionar
Atreverme a hablar como cuentista social
No tengo miedo sino pánico
No es palpable sino imaginado
Brota del silencio impuesto
Pareciera que como Sor Juana requiero negar lo que pienso
¿Cómo es posible con los “avances de las mujeres”?
Ya no hay la inquisición
Sospecho que se mantiene, recrea y reafirma en mis adentros
Siento dolores y miedos de tantas que no pudieron tomar un lápiz para escribir sus nombres y verdades
Desde mi abuela negra envuelta en dulces y minas
Mujer fuerte, trabajadora e incansable siempre en movimiento
Quiero escribir desde lo simple y negado
Desde formatos no reconocidos
Con mi voz quiero acercarme a Ellas sin cuestionarlas
Asomarme, escucharlas, sentirlas
Encoger mis propias narraciones
Dejar que me enseñen, encaminen y guíen
Necesito sentir que investigar es un acto de fe
Confesión a mi, a mis ancestras,
A mi abuela que no aprendió a escribir y lo deseo incansablemente
Su memoria llena de relatos, historias
Verdades pequeñas y simples
Con ella quiero escribir
Como cuando me sentaba en su mesa y me dictaba sus cartas
Yo tenía 8, 9, 10 años
Escribía sus cartas, relatos y pedidos con pasión y fascinación
Me gustaba repetirle
mostrarle las letras que en mis manos eran su deseo
Ella me empuja, anima y descoloca
Envuelvo mi temor
Me asomo como niña pequeña con curiosidad
Duda, alegría, valentía y temor
En esta metamorfosis que supone distanciarme y mantener el compromiso
Ella me respondió: las que tienen un hilo en mi historia
“Me permiten vivir”
“son simples”: me dijo
Luchar, caminar, reír y bailar
Hilar eso quiero; Hilar ésta historia fascinante que me atrapa y acaricia
Clara, desde la Media Isla (Seudónimo)
La tristeza no es un mal lugar para estar de manera temporal. Creo que nos ayuda de una u otra forma a valorar con fervor la alegría, que en definitiva es maravillosa. Estos momentos nos permiten ser autocríticos y el evaluar los acontecimientos en perspectiva, permitiéndonos colocar las cosas en su justa medida y dimensión.
Para estos días, al principio del año bisiesto, han sucedido una serie de eventos muy curiosos y particulares en mi vida, entre ellos, asumir que contadas veces me he enamorado con fervor y locura, que muy pocas he amado con todo lo que implica y esto a pesar de haber estado con muchísima gente. Asumir también que las poquísimas veces en las que he dado el corazón, ha terminado vorazmente despedazado por las calles pedregosas de historias sin sentido y casi surreales.
Las únicas 2 veces que me las jugué, terminé siendo despreciada, ignorada e invisibilizada sin excusas ni razones, jamás logré comprender y tuve que consolarme con asumir lo peor del objeto de mi afecto. La única vez que lo intenté todo, cierra con cinco años de relación en dónde un espíritu demoníaco acabó con la fe de los participantes.
Por estos días calurosos de marzo, libre de los afectos formales y haciendo una rápida evaluación antes de acercarme a los treintas, creo que tengo un mal, pero muy mal enfoque para enamorarme, amar o arriesgarlo todo. En este asalto caigo en cuenta que mis números, siempre son el número perdedor.
Y con ánimo lo reconozco, a ver sí de ahora en adelante procuro tomar mejores decisiones.
Es que tu olor a gente es más perfecto que cualquier perfume, pero por las mañanas... no, no en la mañana, mas bien en la mañanita.
Es un olor adictivo, muy suave pero súper intenso, en tu piel se resume el olor de la humanidad. Si la vida tuviera olor, ese sería el olor de tu piel en las mañanitas, olor que se materializa en una ardiente pasión.
Es como esos momentos en los que estás en casa y alguien cocina algo lejos y ese olor te trae un recuerdo perfecto de la infancia y te hace sentir bien. Tu olor provoca lo mismo y dan ganas de comerte a pedazos.
A eso hueles en las mañanitas y tocarte con mis labios era la única manera de tocarte, porque tenía la sensación de que si te tocaba con las manos, despertarías... entonces el olor se asustaría y huiría
Resulta ser que mis gatos están gordos, lo declaró ayer la veterinaria; y eso yo los veo pequeñitos a mis bebes. En fin... todavía no los ponen comida de dieta, pero debo moderarles el alimento a estos holgazanes.
Mi casa genial... todo marcha en franco orden y calma, con algún visitante nocturno sin nombre ni rostro, la compañía desechable que vuelve a su hogar, pero se refugia y pasa el rato aquí como quien fuera Geisha, como quien fuera Meretriz, como quien fuera yo.
Mi corazón.... este fin de semana mi corazón estuvo saltando al abismo una y otra vez, pero lo controlé lanzándome a la frivolidad del “shopping”, necesitaba ropa nueva así, que me fui el sábado y el domingo por ahí... fortaleciendo el sistema de consumo, a integrarme a la sociedad de control.
El sábado salí a una discoteca después de haber estado casi 4 años sin ir a una, la última vez fue en Rep. Dominicana.
Anoche lloré toda la noche... hace mucho que no lloraba así y hace rato que toy muy triste así que valió la pena; claro que al no dormir hoy estaba muerta y en el trabajo tuve que correr y agitarlo todo, resolver miles de cosas para un taller que se está dictando.
Con este día tan movido lo que queda de mí, es la esperanza para recuperar el sueño que anoche me fue robado por el dolor.
Hoy me duele hasta respirar…
Me siento absolutamente triste y desalentada, como los domingos de antes… como los de siempre. Domingo era un día terrible para mí, nada comparado con viernes o sábado.
Domingo: día zombi
Hoy me duelen las pestañas de tanto espantar con ellas el polvo y el tiempo, me duelen los dedos de tanto intentar tocar el aire… me duele la boca de tanto preguntarme ¿por qué?
Y bien lo dijo la niña, “hay cosas que son y otras que no”… obviamente en mi historia siempre me toca estar en el lado de los que pierden todas las apuestas.
En fin…
Hoy salí de mi oficina gubernamental, cuando ya no había casi nadie en ella. Entonces tuve tiempo para detenerme a mirar por la ventana, como el sol iluminaba de manera particular una ramita que se levanta valiente sobre las ruinas de lo que fue el Convento de Santo Domingo en la antigua ciudad de Panamá. Pensé en la valentía, que ha venido a rondar mi cabeza en los últimos 3 meses y en lo curioso que desde mi oficina lo que se ve es ese convento cuyo nombre me golpea el cerebro.
Salí de ahí, caminé hasta la Plaza Catedral y me senté a mirar el espectáculo hermoso de los Guayacanes. En esta plaza los Guayacanes florean en orden, uno o dos a la vez… es como si estuvieran esperando su turno. Esperan todo el año y después esperan su turno individual.
Aquí es donde cae el recuerdo, de alguien que alguna vez me llamo Guayacán y dijo que mi piel era como la miel. Eso se quedó muy grabado en mí, porque mis árboles favoritos son los Guayacanes y me encanta la miel. “No siempre te comparan con algo que te gusta”, pensé.
Desde hace un tiempo estoy de luto, he sufrido una serie de pérdidas irreparables en estos tiempos y sin importar cómo vuelvan a ser las cosas, sí se repitieran encuentros, en ninguna dirección volverían a ser iguales.
Así estuve un rato mirando las flores, las que estaban en el piso, invisibles a los peatones y las que caían terminando su misión de verano.
En este tiempo de luto por las pérdidas hoy tuve mi corona de flores tan grande como la Plaza de la Catedral.