Wednesday, March 05, 2008

Corona de flores


Hoy salí de mi oficina gubernamental, cuando ya no había casi nadie en ella. Entonces tuve tiempo para detenerme a mirar por la ventana, como el sol iluminaba de manera particular una ramita que se levanta valiente sobre las ruinas de lo que fue el Convento de Santo Domingo en la antigua ciudad de Panamá. Pensé en la valentía, que ha venido a rondar mi cabeza en los últimos 3 meses y en lo curioso que desde mi oficina lo que se ve es ese convento cuyo nombre me golpea el cerebro.

Salí de ahí, caminé hasta la Plaza Catedral y me senté a mirar el espectáculo hermoso de los Guayacanes. En esta plaza los Guayacanes florean en orden, uno o dos a la vez… es como si estuvieran esperando su turno. Esperan todo el año y después esperan su turno individual.

Aquí es donde cae el recuerdo, de alguien que alguna vez me llamo Guayacán y dijo que mi piel era como la miel. Eso se quedó muy grabado en mí, porque mis árboles favoritos son los Guayacanes y me encanta la miel. “No siempre te comparan con algo que te gusta”, pensé.

Desde hace un tiempo estoy de luto, he sufrido una serie de pérdidas irreparables en estos tiempos y sin importar cómo vuelvan a ser las cosas, sí se repitieran encuentros, en ninguna dirección volverían a ser iguales.

Así estuve un rato mirando las flores, las que estaban en el piso, invisibles a los peatones y las que caían terminando su misión de verano.

En este tiempo de luto por las pérdidas hoy tuve mi corona de flores tan grande como la Plaza de la Catedral.

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