Meditaba estas cosas en el omnibus:
se ama una ciudad,
se vive en ella con la certeza
de que nosotros nos vamos un dia cualquiera,
pero esa casa, la reja de esta puerta,
el patio descubierto en medio de la conversacion,
se que recibiran a otro y otros y lo veran.
Es el amor de quien se despide,
sin darse mucha cuenta
mientras graba su nombre en las paredes,
o con el silencio que deja en la boca la sabiduria,
contempla la ciudad.
Se que amamos a una persona como mortal.
Besamos el labio que va a ser tierra.
Se promete y se jura.
Pero la sabana del amor es una mortaja
entre las manos agitadas, y el velador encendido,
abriendo la negrura para tener su cuerpo,
chisporrotea imperioso como un cirio.
Y no obstante,
en ciertos momentos tenemos la ilusion
de enredarla en los brazos y hacerla inmortal.
El río de Heraclito
Anton Arrufat,/ (Cuba)
** Cordialmente enviado por mi hermana beduina!
Tuesday, December 26, 2006
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